
Tras una semana recorriendo la ciudad de Montreal y el Parque Natural de Mont-Tremblant, enfilamos la recta final de las vacaciones en dirección a la ciudad de Québec. Para ello decidimos evitar la autopista que nos podría llevar en tan sólo cuatro horas a la ciudad, y elaboramos un plan B: Chemin du Roy, la primera carretera que utilizaron los franceses para unir Montreal con Québec en el siglo XVIII y que, según el folleto, son 280 kilómetros (Route 138) que discurren junto al río Saint-Laurent ofreciendo espectaculares panorámicas y bucólicos paisajes. Y como siempre, nunca un plan sobrevive al primer contacto con el enemigo.

La ruta por Chemin du Roy no decepciona, aunque por motivos muy diferentes a los que leemos en la guía local. No son sus atractivos arquitectónicos los que nos deslumbran sino los lugareños. La antigua carretera ofrece multitud de edificios de los siglos XVIII y XIX para orgullo de los canadienses francófonos, y aunque lo tienen todo perfectamente cuidado y rehabilitado, pueden dejarte con ganas de algo más. En las calles de mi ciudad natal hay casas y edificios -incluso muebles- mucho más antiguos, por lo que pronto dejamos de pararnos en todos los puntos que señala la guía como “parada patrimonial”.

En cambio, vale la pena seguir la ruta de los parques con sus zonas habilitadas para picnic (los famosos merenderos). Además, por el camino es posible pararse en granjas locales donde comprar quesos o foie de la zona, con lo que el trayecto se hace más ameno. O parando de vez en cuando en lugares como Vignoble Aux Pieds des Noyers, un curioso lugar donde decidimos comer. Nos atiende una mujer única en todos los sentidos. Nos invita a pasar a su casa que es una enorme cocina y donde, mientras ella amasa, nos explica el menú bistrot del día. Nos sentamos en el jardín y devoramos un menú campestre absolutamente delicioso.

Aunque no puedo decir lo mismo del vino que hacen allí, lo mejor es cuando se sienta a charlar con nosotros en su macarrónico inglés y da por hecho que nos dirigimos a Tadoussac para ver las ballenas. Excuse-moi? Whales? Baleines? Así que mientras nos sirve el postre nos ponemos manos a la obra en busca y captura del barco que nos habrá de llevar a ver los famosos cetáceos. Pero antes, terminamos la comida despidiéndonos con un gran abrazo de esta mujer tan simpática y apasionada.
Para bajar la copiosa comida, nos paramos en Sentiers Pédestres des Îles de Berthier, una isla Reserva de la Biosfera que ofrece un sendero para excursionistas que quieran, a la vez, observar hasta 250 especies de aves. Sin duda absolutamente recomendable el paseo, el paisaje, el silencio. Amo este país.

Tras un largo viaje desde Mont-Tremblant, decidimos hacer noche en Trois-Rivières, a sólo 130 kilómetros de la ciudad de Québec. Ahí conocemos a Patrick, otro curioso personaje quien nos acoge en su casa. Ante mi pregunta «¿qué demonios hacéis aquí en invierno?» nos explica que se dedican la mayor parte del tiempo a cazar arces y a comer, momento en el cual por fin aprendo a diferenciar un alce de un arce. Un alce es un animal (moose) y un arce (maple tree) es el árbol que tiene en el jardín y con el que hacen el famoso sirope. Efectivamente, al día siguiente nos tiene preparado un pan casero ahogado literalmente en sirope de arce.
El pueblo de Trois-Rivières no ofrece mucho más salvo buenos restaurantes y una divertida coreografía en plena calle al ritmo de Michael Jackson animada por la asociación de la Tercera Edad, alguna agarrando el bolso como si le fuera la vida misma, c’est magnifique!
Pero Patrick también nos da una lección de historia desde su perspectiva independentista. Se siente francés antes que canadiense porque sus antepasados son franceses. Reconoce que es una cuestión no sólo de lengua y cultura, sino también de economía. La región de Québec fue siempre muy próspera, y Montreal era el centro financiero del país. En 1974 el francés fue reconocida como única lengua oficial y los movimientos a favor de la independencia llegaron hasta la violencia a través de atentados entre 1963 y 1979. Ante mi atónita mirada Patrick me mira y dice solemnemente “sólo nos quedaba el recurso de las armas”.

Es curioso también cómo habla con resquemor de los franceses cuando me recuerda que los abandonaron a su suerte regalando las tierras americanas a los británicos quienes, gracias al poderío de su Revolución Industrial, se habían convertido en la gran hegemonía mundial. Abandonados a su suerte, me repite, «nos dejaron en manos de los ingleses». Por ello es que se agarraron a su lengua, a sus costumbres, gastronomía y tradiciones francesas contra la cultura anglosajona durante la “britanización canadiense” (Britishizing Canadians)

A pesar de dos referéndums fallidos (1980 y 1995) es evidente que Québec es diferente. De hecho, cuando le pregunto por la proliferación de iglesias en la región, me explica que el catolicismo forjó la identidad nacional de la región de Quebec ahora suplantada por la lengua. Ahora entiendo que su lucha contra los ingleses se basó en rechazar el protestantismo, y así es como el catolicismo impregnó la vida de los quebequenses y es posible entender la cantidad de iglesias que acumula esta región.
Por supuesto se ríe cuando le recuerdo que Canadá es una monarquía parlamentaria y su reina es la longeva The Queen Elizabeth II. Su cara es un poema. Me pregunto qué pensarán los aborígenes canadienses de la llegada de los franceses y de su lucha por evangelizarlos.

Tras tanta conversación seria, y ya sin café en la taza y sin rastro de sirope en el plato, seguimos nuestro camino hasta el siguiente (y último) destino: Ville de Québec.
Laura, què tal? Apasionant i apasionat llegint el teu blog escrit des de l,apasionament i el respecte. Ja saps que m,encanta…
Salut i ens ‘veiem’pel campu
Marc
Hola Marc, i jo igual d’apassionada rememorant les vacances a la regió de Québec. Ha estat un d’aquells viatges del qual no esperes gaire i tot et sorprén!
Una meravella, totalment recomanable.
Gràcies per estar a l’altre costat i gaudeix de les quatre setmanes que ens queden encara de tranquil·litat abans de començar a uoquejar!
Muaksssss
Laura.