
Hoy se casa Amr, hoy es su gran día.
Su historia de amor es tan pastel que no crees que pueda ser cierta.
Amr tiene 26 años, es egipcio, y es el monitor de mi gimnasio. Nos conocemos desde el primer día que llegué aquí y pronto congeniamos. Es un muchacho alegre y extrovertido, servicial y sencillo. Siempre te recibe con una amplia sonrisa y puedes contar con él para lo que necesites. Y como suele decir, para él soy como su hermana (mayor), un miembro más de la familia en ésta nuestra segunda casa para todos.
De hecho, Amr es de las pocas personas con la que puedo hablar de nuestras diferencias culturales, y concretamente de sus costumbres. Tuvo paciencia para explicarme lo que significaba el Ramadán y por qué creía él en el ayuno. Y lo mejor de todo, jamás ha intentado convencerme de nada, siempre se ha mostrado honesto y respetuoso conmigo, jamás un mal gesto a mis preguntas a veces impertinentes. Suelo estar tan enfrascada en mis propias creencias que se me olvida que la gente no está acostumbrada a este tipo de confrontaciones y se ofende fácilmente.

Una mañana vino a anunciarme emocionado que iba a casarse el día 9 de octubre. Me sorprendió la noticia, pues jamás me había hablado de su prometida. Entonces me contó esta historia.
Se conocieron en Alejandría, de donde proceden ambos, hace 4 años. Fue amor a primera vista, en ese instante supo que ella era la mujer de su vida. Sin embargo, la que será hoy su esposa, estaba estudiando y la familia de la novia dispuso que hasta que no acabara los estudios no podrían verse. Su amor hizo que ambos aceptaran la condición. El se trasladó a Doha y han vivido separados todo este tiempo. Pero lo increíble de la historia es que durante estos cuatro años no se han visto, ni tan siquiera por Skype, pues la muchacha procede de una familia muy religiosa y conservadora que se ha mantenido firme en la decisión de que no tuvieran ningún tipo de contacto más que el telefónico.
A las pocos días, aún más emocionado, me enseña unos billetes de avión: por fin, después de cuatro años, volará a Alejandría para formalizar el enlace. Propio de mi, que tras encajar la primera parte de la historia me hacía muchas preguntas, le suelto a bocarrajo si espera encontrar a la misma mujer que conoció cuatro años atrás. ¿Por qué no pensaré antes de hablar? Sin embargo, con su habitual serenidad y con una firmeza extraordinaria me dice que sí, por supuesto que sí. Lejos de ofenderse me cuenta que es su primera novia, su primer beso, y que está muy emocionado.
Tras unos días con el amor de su vida regresó al trabajo feliz y enamorado.
De eso hace ya tres meses. Durante este tiempo me he convertido en su consejera prematrimonial, pues los nervios de la boda o la juventud de la chica no han hecho sino atosigarle: que dónde estabas, por qué no contestas a mis mensajes (todopoderoso doble check), que si me echas de menos, y todo ese tipo de cosas. Le explico que tiene que ponerse en su lugar, viviendo separados tanto tiempo, y que lo que tiene que hacer es hablar mucho con ella. Si a una mujer no le explicas las cosas, siempre va a pensar lo peor. Siempre. Y si es «pasadora de pena» (dícese de aquella persona, habitualmente mujer, que se preocupa excesivamente de todo) con más razón. ¿Qué va a saber la pobre muchacha de su vida en Doha si no se la cuenta? Y más cuando trabajas en un hotel donde se alojan las azafatas de Qatar expensive Airways…
Me hacía mucha gracia cuando me venía diciendo que tenía razón, que la clave estaba en hablar, que ahora su prometida está mucho más tranquila, que son los nervios de la boda. Le recuerdo que no baje la guardia, a las mujeres hay que mimarlas, somos como las plantas, que si no las riegas se mueren (o peor, se van con otro, pero eso no se lo dije).

Hace dos meses por fin me enseñó fotos de la prometida. Eran las fotos del esperado encuentro en Alejandría. Le pregunto si está nervioso por la boda, ya queda poquito. Me dice que no, que al fin y al cabo se encarga de todo la novia y la familia. Me dice que está muy agobiada, que si donde antes eran 200 invitados pasaron a 400, y que ya iban por los 600. Me enseña el lugar donde van a casarse, incluso los vestidos de novia que se ha probado. Son las fotos que le ha ido mandando para que le ayude a elegir el vestido. Entonces no tengo capacidad de reacción, y le pregunto si entre todos esos vestidos ha elegido ya el definitivo. Y me lo enseña. No sé qué decir, sin embargo Amr me pregunta si da mala suerte ver el vestido de la novia antes de la boda. Ejem, sí, bueno, verás, le digo que es más bien una superstición en mi cultura, pero que yo no creo en esas cosas, es más bien el factor sorpresa, que no tiene nada que ver con la buena o mala suerte.
Entonces le pregunto que cómo es posible que a dos meses de la boda estén aún con los preparativos, en España hay que ponerse como mínimo un año antes. Aunque claro, lo dice una que se compró el vestido a una semana del día señalado y de rebajas. Me mira como si viniera de otro planeta. A veces yo también lo pienso.

Muchas veces he recordado a un chico que conocí en El Cairo hará cinco años. Me preguntó por qué a mi edad aún no me había casado. Esta pregunta es habitual que te la formulen especialmente en los países musulmanes, desde Marruecos hasta Indonesia. Recomiendo tener una respuesta estándar, sobretodo a cierta edad. Pero fue la primera vez que me la formularon, a quemarropa, y lo único que se me ocurrió decir en ese momento fue que no estaba preparada para el matrimonio, pero que en cualquier caso, si algún día llegaba a casarme (cosa que no entraba en mis planes) no iba a hacerlo hasta que me enamorara de verdad. Lo que recordaría siempre de ese momento sería su mirada triste. Me explicó que eso era inconcebible para él. Podía casarse hasta con tres mujeres si podía mantenerlas, pero que su primera mujer iba a ser su prima. ¿Amor? ¿quién habló de amor? Pero por su mirada supe que ya había experimentado lo que era querer a alguien, y ese alguien no iba a ser su primera esposa.
Y años después me encuentro con esta historia diametralmente diferente.
Pero para curiosa la historia que cuenta Ibrahim. Es norteamericano, pero lleva diez años afincado en Doha con su mujer y sus siete hijos. Aunque se considera artista, se gana la vida dando clases de inglés. Hace unas semanas contaba una historia que no me quito de la cabeza. Entre sus alumnos, da clase a un grupo de chicas catarís. Siguiendo su habitual habilidad para crear debate, un buen día les preguntó qué esperaban de su marido cuando se casasen. La respuesta fue más o menos unánime: esperaban del marido que les abriera una cuenta corriente con cien mil dólares, un apartamento en Londres (en su defecto podría ser también en París, aunque no era tan cool) y una maid o criada por cada hijo que tuvieran.
Me consta que no todos los catarís tienen un pozo de petróleo en su jardín, por lo que no es de extrañar que los jóvenes tengan que pedir créditos al banco para llevar este ritmo de vida que se han auto impuesto ellos mismos. Y respecto a las peticiones de las futuras esposas, teniendo en cuenta que no se casan por amor, pues también están en su derecho de pedir, digo yo. Al fin y al cabo yo lo veo como un victimismo voluntario: si quieren mantener su riqueza dentro del círculo de la consanguinidad están en su derecho, ahora bien, luego no lloremos. Son los tradicionalmente llamados matrimonios de conveniencia.
Sin embargo, Ibrahim hizo la misma pregunta días después a sus alumnos masculinos: qué esperaban de sus futuras esposas. Y la respuesta de uno de ellos fue sorprendente: quería casarse con una mexicana.
La historia que contó el alumno era la de un amigo suyo que se había casado con una chica mexicana. La boda tuvo lugar en el pueblo de la muchacha, y fue multitudinaria pues invitaron a todos los familiares, amigos y vecinos. Fue una fiesta donde bailaron y comieron hasta el amanecer, y sólo costó mil dólares. Y no solamente eso, sino que su ahora esposa le prepara la comida todos los días y lo cuida. Así que el alumno lo tenía claro, quería casarse con una mexicana. No estaba dispuesto a someterse a la tiranía económica de sus compatriotas, y repetía una y otra vez que casarse con una mexicana era un chollo. Y sorprendentemente nadie habló de amor ni de sentimientos. Y todos los demás alumnos afirmaron que ellos también querían casarse con una mexicana. Pero su gran preocupación era dónde podían encontrar a sus futuras esposas.

Yo creo que Ibrahim es de los que piensa que no son malos los matrimonios concertados. Que uno se conoce y se aprecia con el tiempo, que se aprende a querer poco a poco. Que si se empieza por la pasión, las posibilidades de que el matrimonio dure son limitadas. Se le ve el plumero que está totalmente en contra del divorcio al cual se refiere como «el problema». Preguntaba hace unos días si la poligamia podía ser una buena solución para evitar el incremento de divorcios en la sociedad actual. Lo que no dejó claro era si se refería a la poligamia dentro o fuera del matrimonio. Y lo que le hubiera preguntado yo es si la poligamia podía darse por ambas partes o sólo por parte del varón.
Es cierto que los matrimonios por amor se enfrentan a un gran problema: cuando desaparece la pasión, después ¿qué?
El enamoramiento es un trastorno mental transitorio que dura de dos a tres años, y corresponde con el periodo inicial de las relaciones afectivas de los seres humanos. El enamoramiento es ese estado inicial en el que deformamos la realidad y que impide ver al otro tal y como es, pues construimos una idea de cómo queremos que sea. Es un sentimiento cercano a la locura, una realidad deformada, excesiva, subjetiva, que no se adapta a la realidad objetiva.
Por eso cuando la gente como Ibrahim defiende los matrimonios de conveniencia lo hace en base a lo que ocurre cuando desaparece la pasión y topamos de frente con la realidad que no siempre se ajusta a lo que deseamos. De ahí los matrimonios infelices que ya no son lo que creían ser al principio y acaban con «el problema” del divorcio.
Pero lo que olvidan muchos es que después de este trastorno mental transitorio que es el enamoramiento a veces surge el amor, que es un sentimiento basado en el respeto, la tolerancia y la lealtad. Y si cuaja es maravilloso. ¿De verdad se puede vivir sin todas estas emociones?. Amar es aceptar al otro tal y como es sin pretender cambiarlo. Aunque en la teoría es así, llevarlo a la práctica es ciertamente complicado y es cuando vienen los fracasos, pero ¿acaso no vale la pena intentarlo?.
Por otro lado, los matrimonios de conveniencia se han dado en toda la historia de la humanidad, incluso hoy en día siguen vigentes en la mayoría del mundo, podría decirse que los matrimonios por amor son un invento de las sociedades capitalistas occidentales del siglo XX fruto de la independencia económica de la mujer.
Todas estas situaciones que jamás antes se me habían planteado hacen cuestionarme si no hay algo de verdad en cada una de estas historias. Siempre y cuando no sean matrimonios forzosos, los matrimonios de conveniencia aceptados por ambas partes me parecen tan dignos como los matrimonios por amor. Lo realmente importante de la cuestión es dejar muy claro cuáles son las intenciones de cada uno.

No sea que te ocurra lo mismo que a la Lena Dunham en su serie Girls cuando descubre que el que ha sido su pareja en la universidad durante dos años en realidad es gay, y encima éste se enfada con ella por no haberse dado cuenta antes de su homosexualidad. Aunque claro, lo que le ocurre a Lena sólo puede ocurrirle a Lena.
Es cierto que cada cultura (e incluso cada persona) concebimos el amor de diferente manera… En Durban viven muchos musulmanes y zulúes y, aunque no he tenido la oportunidad de hablar con ellos sobre este tema, estoy segura de que sus respuestas serían muy interesantes. Si pasas por aquí algún día, ¡hacemos un estudio de campo juntas! Jajaja
Diana, me apunto al estudio de campo. A mí la curiosidad me mete alguna que otra cornada, pero es que no puedo evitarlo.
Ves preparando la libreta y el boli, hay que aprovechar estas oportunidades para descubrir otras miradas, otras maneras de ver y de entender la vida. ¡Nuestra perspectiva occidental no es la única!
Bunch of kisses!
Una vez más me ha encantado tu relato…
Y que ellos las prefieren Mexicanas!!jajaja lo que no tengo claro es que las mexicanas quieran pasarse al islam, tendríamos que preguntarles…
Gracias Astrid, la verdad es que yo me lo he pasado genial escribiendo este post. De hecho he tenido que recortarlo porque me había quedado larguísimo, tenía tanto que contar…
No dudes que si hay feedback de alguna mexicana, yo lo cuento 😉
Un saludo.
Hay tantas formas de amar como personas involucradas…
Ultimamente me da por preguntar «a quemarropa»: Cuentame tu historia de amor!
Y lo que al principio me parecio una forma Chuck Norriana de romper el hielo, me ha deportado grandes historias y reflexiones. Tanto es así que voy a empezar una línea en mi blog dedicada a historias de amor.
Y en ella quiero poneros a vosotros, que como ya os dije en persona: Es bonito teneros cerca, da la sensación que teniéndoos el uno al otro… el resto del mundo esta de mas.
Un abrazo,
Un apierna, Diego.
Jajajajajaja, Diego, ¡eres un crack!
Casualmente nos has pillado juntos nada más entrar tu comentario, qué raro, ¿eh? y nos hemos reído y emocionado a la vez.
Nuestra historia de amor, pues ya la conoces, so, it´s up to you!
Personalmente, y ya puestos a desnudar nuestros sentimientos, creo que hay que aprender a amar. Dejar de creerse el centro del universo y ser menos egoísta. A mí me hizo falta madurar para querer, compartir, respetar, tolerar, y ante todas las cosas, «pasarla bien» 😉
Aquí nos tienes (si regresas), porque ha sido un placer haberte conocido.
Laura&Gabi.
Dentro del contexto religioso y moral se concibe el amor de maneras diferentes.
mi concepto conforme a los sentimientos es importante amar a las personas por su corazon por lo que son y no por lo que tienen.