
El concepto de amistad es esencialmente egoísta. Lo dijo Aristóteles. O mejor dicho, egoaltruista, porque el fundamento de la amistad reside en el amor propio, en el sentimiento de que una persona física forma parte de nuestra vida, de nosotros mismos. De la misma manera que los padres quieren a sus hijos. Para Epicuro, en cambio, la amistad era la alternativa a la política porque la amistad es el espacio de la armonía. Qué cosas tenían los filósofos griegos.
«Algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud», (Aristóteles)
Nos empeñamos en tener razón, discutimos cuando hay desacuerdo, se antepone el orgullo a la amistad cuando en realidad lo único que importa es la buena voluntad. Flirteando con los filósofos alemanes, Kant diría que la buena voluntad es lo único incondicionalmente bueno. La filosofia de la buena dice que lo que importa es la intención de hacer el bien. El problema de algunas personas no es el orgullo sino los valores. Todos tenemos unos valores según los cuales regimos nuestra vida y nuestras acciones. Es por ello que cuando una situación entra en conflicto con nuestros valores tenemos que tomar decisiones. Una de ellas puede ser distanciarnos de lo que choca con nuestra percepción de buena voluntad o intencionalidad de hacer el bien. La solución, alejarnos de las personas tóxicas que no comparten nuestros valores.

Eleanor Roosevelt decía que hagamos lo que hagamos nos van a criticar, así que mejor hacer lo que nos dicte el corazón. Sea mi corazón o mi intuición, estas son buenas herramientas para guiarme hacia lo que me hace sentir bien y alejarme de lo que me produce toxicidad. «Mira, yo no te acuso de no tener buena voluntad, quizás tus intenciones sean buenas, pero no va conmigo. Simplemente, tenemos un esquema de valores diferentes. Sin acritud».
«Hagamos lo que hagamos nos van a criticar, así que mejor hacer lo que nos dicte el corazón», (E. Roosevelt)
La mayoría de las personas son incapaces de decir no, de actuar en contra de las creencias o normas sociales como si fuera imperativo moral, por ejemplo, querer a un hermano incondicionalmente.
Todos nos equivocamos en la vida, casi diría que todos nos equivocamos todos los días en algún momento del día. La vida está llena de opciones, por eso la buena voluntad es tan importante. El filósofo alemán no consideraba las consecuencias de la buena voluntad. Tan alemánmente cuadrado debía ser el hombre que no pensaba en cómo nuestras acciones iban a repercutir en nuestro entorno. Presuponía que si actúas con buenas intenciones nada puede salir mal. Pero no debía ser Kant un personaje muy sociable porque a menudo las buenas intenciones no bastan. Se dejó una variable por el camino: lo que puede que esté bien para ti no tiene por qué ser bueno para los demás. Y así es como, mi estimado amigo Kant, nacen los conflictos. El orgullo es una venda en los ojos que impide ver -incluso a los que dicen que te quieren- que de una buena intención nadie puede salir herido. Y no lo vemos porque somos egoístas, nos guste o no reconocerlo.

Y entonces es cuando llega el trago más amargo, perdonar. Perdonar implica en cada individuo emociones diferentes de distinta intensidad y duración. Todo depende otra vez de nuestros valores y de nuestras propias valoraciones.
Siguiendo mi teoría de que todos somos egoístas, la mejor manera de perdonar es pensar que de nada sirve almacenar odio y rencor hacia las personas que alguna vez formaron parte de nuestras vida, y que lo mejor es mirar hacia adelante y dejar de regodearse en el pasado. Por el bienestar propio, es preferible perdonar. Ocurre muchas veces que alimentamos ese odio recordando las cosas que pasaron hace muchos años, incluso hacia personas que hace otros tantos años ni siquiera ves, o hacia aquella persona “amiga” que sólo se acuerda de ti el día de tu cumpleaños porque se lo recuerdan las redes sociales. Es entonces cuando es importante pararse a pensar en el hoy y no en la imagen que tenemos de una persona que realmente ya no conocemos. Suele pasar entre hermanos o entre amigos de la infancia, recordar las perrerías que se hacían durante la infancia, incluso en la adolescencia y pensar que, veinte años después, pensamos que somos las mismas personas. El ser humano evoluciona, especialmente cuando sale del núcleo familiar, cuando ha pasado por una experiencia traumática, cuando ha tenido una experiencia vital diferente, etc. Por ello no merece la pena caer en el error de recordar a las personas por cómo fueron en lugar de reconocerlas por cómo son.
Por qué recordar a las personas por cómo fueron en lugar de reconocerlas por cómo son.
La parte positiva de perdonar es que no implica necesariamente olvidar, y digo que es la parte positiva porque son las experiencias más amargas las que más nos hacen evolucionar. No todo se encuentra en los libros de autoayuda ni en San Google, hay que experimentar para aprender y sólo así sabremos cómo afrontar la próxima situación incómoda o cómo deshacernos de una persona tóxica.
Más alineada con el término medio aristotélico desde que lo estudié en 2ª de B.U.P. (suena a la época de los dinosaurios, lo sé), tiendo a iniciarme más por la buena vida a nivel espiritual pero también corporal. Soy hedonista y no ceso en la búsqueda de mi felicidad y de los que me rodean. Y aunque suene egoísta, prefiero creer al sabio griego cuando decía que buscar la felicidad y el placer es la unión del alma con el cuerpo, y que sólo los hombres felices pueden contribuir a una sociedad mejor.

Si partimos de la base que el placer y la felicidad son indisociables para una vida buena, lo mejor será deshacerse cuanto antes de los elementos tóxicos de nuestras vidas. Ello no quiere decir que debamos tachar sin más nombres de nuestra agenda, pero todos sabemos cuántas prendas viejas tenemos en el fondo de nuestro armario y lo que decimos cada vez que lo abrimos “al menos hace seis años que no me pongo estos vaqueros, pero es que siempre fueron mis favoritos”, entonces, ¿para qué guardarlos una temporada más? Por si acaso nos adelgazamos o los vaqueros milagrosamente nos sientan con un guante a sabiendas que son dos tallas más pequeños y que nos hacen parecer un lomo embuchado. Para qué castigarnos tanto si hay un montón de tiendas dónde encontrar prendas nuevas. Con las personas ocurre lo mismo. Qué necesidad tengo de cerrar el cupo de personas interesantes a incorporar en mi vida.
Empeñarnos en vivir en el pasado nos impide disfrutar del presente.
Pero para que no parezca que sacar a las personas tóxicas de nuestras vidas es tarea sencilla –porque para mí no lo es en absoluto- está la contrapartida a la parte emocional de nuestro cerebro que es la racional. La mayoría de nosotros nos empeñamos en conservar personas que han sido parte de nuestra vida en algún que otro momento como piezas a coleccionar, o como parte de nuestra obligación moral por lo que significaron tiempo atrás. Sin embargo, y aunque duela, nuestra parte racional nos recuerda que lo que nos une realmente son las vivencias que se tuvieron en el pasado, y como tales, formarán parte de nosotros para siempre sin la obligación moral de que formen parte del presente.

Hay personas tóxicas que te agotan con su negatividad y pesimismo. Las hay que están enfadadas con el mundo y te utilizan de almohada para amortiguar su propia frustración. Las hay que te roban la energía esperando que les soluciones la vida haciéndose las víctimas a modo de chantaje emocional. Hay quienes se pasan el día criticando a los demás esperando su confirmación de los hechos, como si tomar partido de las vidas ajenas fuera tu obligación. Pero también estamos rodeados de personas que se creen superiores en todo lo que dicen y en todo lo que hacen, menospreciando cualquier acto de divergencia ante su personalidad divina.
«No busques al amigo para matar las horas, sino búscale con horas para vivir», (Khalil Gibran)
Ya lo decía el poeta Khalil Gibran, un amigo no es una mera compañía con la que dejar pasar el tiempo, un amigo es alguien con quien vivir la vida. Al fin y al cabo, la amistad es egoísta más que altruista, todos buscamos en la amistad algo que nos haga sentir bien, que nos aporte, que sume en lugar de restar. Por eso, ante las amistades peligrosas nada mejor que respeto hacia los demás porque no es nuestra función cambiar a nadie, tomar cierta distancia para no dejarnos envenenar y poner límites a nuestro espacio privado, es decir, a nuestro espacio particular y personal que conviene preservar de las malas vibraciones.
Me ha encantado el post de hoy Laura! Hace ya tiempo que decidí no perder el tiempo con relaciones tóxicas o gente que en realidad lo único que hace es utilizarte como y cuando quiere. Y tu post me hace pensar que no soy la única, y para variar, hoy me has hecho sentir un poco menos rara.
Aún esta manana le decía a mi amiga Mary que será que me estoy haciendo vieja, o quizás es la experiencia, o puede que incluso el instinto de supervivencia… pero cada vez tengo menos paciencia con este tipo de «amistades» y con los años reconozco que me he vuelto más huraña…pero yo también voto por un buen «0 tolerancia» con las relaciones tóxicas. He aprendido para bien, qué un «partamos por caminos separados» a tiempo, me evita muchos disgustos …
YO ( con mayusculas, por si no ha quedado claro) me quiero mucho a mi misma y proteger a mi familia y a mi misma de agentes y/o gentes extrañ@s, es una de mis prioridades. Y si alguien no lo entiende… a quién carajo le importa!!?
Sigue disfrutando de la vida y le pese a quien le pese, nosotras no hemos nacido para ser como las demás. Recuerda, un flamingo en un mundo de palomas 😉
¿De verdad que no nos separaron al nacer? 😉 Mi querida Flora…
Das en el clavo con algo que parece enojar a ciertas personas tóxicas que nos rodean: si alguien no lo entiende es que no le importas un carajo. Es de lógica aplastante que no es la amistad lo que lleva a la gente fisgonear en tu vida y desaparecer cuando le conviene.
Ni hurañas ni viejas, nos hacemos sabias, que la experiencia es un grado. Cada vez tenemos más claro lo que nos hace felices, a nosotras mismas y a nuestro entorno. En un mundo donde cada vez tenemos menos tiempo y más obligaciones es sagrado dedicarlo a quienes realmente importan.
Hace tiempo me preocupaba distanciarme de la toxicidad de ciertas personas, pero estoy aprendiendo a entender que es de lo más sano y no haces daño o nadie, salvo la sorpresa de quien no se ha dado cuenta de que no ofende quien quiere sino quien puede. Yo a estas personas no les deseo nada malo, salvo que hagan su vida a unos metros de distancia, jajajajajajaja!!!!
Alguien se quiere en mayúsculas cuando se conoce, así que yo recomiendo un poco de reflexión y autocrítica para los que aún no se han enterado de lo que es el amor propio, que yo para eso sí que soy egoísta ¡y a mucha honra!
Raro es aquel que vive pensando que nunca se equivoca 😉 y desgraciadamente para la especie humana aún quedan muchos de seres endiosados…
Besos mil Flora
xx