
Lo más emocionante de viajar sola es que te pueden pasar cosas. Tu capacidad de observación y de percepción aumenta exponencialmente.
Una tarde asfixiante de junio entro a refrescarme con una caña y un pincho de tortilla en un curioso lugar llamado “Viuda de Vacas”. El camarero me advierte “deprisita que ya cerramos”. No entiende que a las cinco de la tarde en Madrid rozamos los cuarenta grados y es inhumano no dejar que recupere el aliento. Pero lo que más me fastidia es no poder seguir la conversación (o mejor dicho, monólogo) de la mesa que tengo justo a mi espalda.
Son dos hombres de apariencia hípster tomándose un café después de comer. Uno de ellos parece estar abatido por su crisis de pareja. El otro, supuesto “amigo”, empieza todas sus frases con “haz como yo…”, lo cual me llama poderosamente la atención. El amigo que quizás debería estar para dar apoyo moral (o lo que sea que se espere de él) está exponiendo la clave del éxito de su vida dando por hecho que es la clave del éxito de los demás mortales.
Será por el efecto de la caña (que no es ni mucho menos la primera) pero me apetece sentarme con ellos y decirle al “amigo” que ayudar no es imponer su versión de los hechos. En otras palabras, ayudar no es trasladar nuestro mapa mental a la vida de los demás.
Ayudar no es trasladar nuestro mapa mental a la vida de los demás
Siempre se ha dicho que los amigos de verdad no son los que te dicen lo que quieres oír, algo que he apreciado siempre en quienes son mis Amigos. De ellos se espera que estén en los malos momentos, que los encuentres sin buscarlos, que den sin esperar nada a cambio, pero sobretodo y más importante, que no te den la razón como a los locos ni te den lecciones de cómo vivir tu vida como hace el tipo del bar.
La poca cordura que me queda a pesar del calor asfixiante –o quizás por la mirada inquietante detrás de la barra del bar- evita la catástrofe de mi intervención. Pero me sirve para reflexionar durante el trayecto de regreso en metro hasta el hotel. Tan absorta estoy en mis pensamientos que me despisto y me salto dos paradas.
El coaching es una filosofía de vida que te enseña a escucharte a ti mismo, escuchar a los demás y escuchar a tus amigos. Así es como entiendo las relaciones con los demás. Me he cansado de oírme hablar de mí y de mi vida, dando consejos a quien no me los ha pedido presuponiendo que es lo que los demás siempre esperan de mí.
El coaching es una filosofía de vida que te enseña a escucharte a ti mismo, escuchar a los demás y escuchar a tus amigos
Y no siempre es así, a veces un amigo o un desconocido te habla porque necesita desahogarse, no para que le cuentes que a ti te pasó lo mismo pero peor o que tu experiencia fue más gorda o más importante. Cada vez cuento menos de mi vida porque a menudo lo que recibo a cambio son juicios (y prejuicios), frases hechas y complacientes o, sencillamente, desinterés por algo que efectivamente no me han preguntado. Así que, cosas de la edad, voy desarrollando mi capacidad de escucha y practico de vez en cuando la continencia verbal.
A veces ocurre que te sorprenden cuando te encuentras con alguien que se molesta un día en escribirte y te pregunta cómo estás, qué tal tu primer año en República Dominicana, cuáles son tus planes. Y es ahí cuando me doy cuenta de que a todos nos gusta que nos pregunten por nuestra vida y, más aún, que a alguien le interese establecer un diálogo.

Los amigos son la cosa más importante en mi vida (Phoebe)
Últimamente me siento como si formara parte de un escenario donde cada actor suelta su propio monólogo convirtiendo los diálogos en conversaciones paralelas como hacen nuestros políticos actuales.
Cuando alguien nos cuenta un problema o, sencillamente, cómo le ha ido el día, quizás sólo quiera compartir sus sentimientos o emociones y no que le devuelvan frases que comiencen por “pues yo…”.
La mayoría de nosotros, y de manera natural, imponemos a los demás nuestro mapa mental. Es decir, que cuando mantenemos una conversación no estamos realmente escuchando al otro, sino que esperamos impacientes nuestro turno para hablar de nuestro libro, como diría Paco Umbral. Escuchar lo que nos están contando implica un esfuerzo, y seguir la conversación es ya misión imposible para la mayoría. Nos dedicamos a soltar nuestro rollo y nos decepcionamos cuando no encontramos comprensión en el otro.
Cuando mantenemos una conversación no estamos realmente escuchando al otro, sino que esperamos impacientes nuestro turno para hablar
Cuando alguien nos está hablando de su crisis de pareja no nos está pidiendo por qué funciona la nuestra. Es posible que no nos esté pidiendo nada y sencillamente sólo quiera desahogarse. Puede que no pida consejo, y si lo pide, es totalmente inútil exponer nuestra clave del éxito porque no somos las mismas personas ni tenemos las mismas experiencias ni sensibilidades. Lo único que nos estarán pidiendo es que les escuchemos y les aceptemos tal y como son aunque se estén limpiando los mocos con el puño de la camisa.
Una de las cosas que he aprendido en mis relaciones personales es que cuando un amigo te expone un problema lo que espera es aclarar su mente, ver las cosas desde otra perspectiva, saber que existen otras salidas. En definitiva, que su problema va a tener solución. Lo que no espera es que le restriegues por toda la cara lo inútil que está siendo, lo mal que lo hace justamente porque no hace lo mismo que tú como estaba haciendo el tipo del bar. “Por que yo, porque yo, porque yo…”.
¿Por qué no tú y tu ego os dedicáis a escribir un libro de autoayuda?
Cuando un amigo te expone un problema lo que espera es aclarar su mente, ver las cosas desde otra perspectiva
Quizás lo ridículo de la situación me impide sentarme en la mesa de dos desconocidos, para no caer en el mismo error.
Pero ¿qué hubiera hecho yo? Preguntar. Un amigo con problemas necesita hablar y encontrar su propio camino. En este sentido un amigo de verdad puede poner en práctica el arte de preguntar sin enjuiciar.
Sentada en la barra y apurando mi cerveza decido esperar pacientemente –antes de que me echen del bar- a que el adorable amigo le pregunte sobre su estado anímico, sobre sus sentimientos, sus expectativas, sus intenciones, si hubiera hecho algo diferente, qué tipo de relación le gustaría tener, o algo tan básico como ¿en qué crees que te puedo ayudar?
Un amigo en problemas necesita hablar y encontrar su propio camino
Cómo saber lo que el otro necesita si no preguntamos. Es algo que ocurre constantemente: hablamos para rellenar silencios sin pensar que es gracias a los silencios que los demás encuentran el espacio para pensar y ordenar las ideas. El silencio es nuestro momento para escuchar. El poder del silencio es infinito porque permite conocer al otro y, al mismo tiempo, digerir y procesar lo que nos acaban de contar, algo que he aprendido gracias o por culpa de mi incontinencia para la réplica y mi impulsividad. El silencio es una arma poderosísima para los que hablan antes de pensar y para quienes se arrepienten antes de haber terminado la frase.
El silencio es nuestro momento para escuchar
Lo peor de todo es que no dejar espacio para los silencios acaba minando la relaciones de pareja, familiares o de amistad. Muchas veces la persona abandonada se pregunta qué ha pasado para que la hayan dejado de un día para otro mientras yo me pregunto en qué momento dejaste de escuchar a tu pareja. Es muy fácil caer en los veredictos que sancionan comportamientos a cadena perpetua porque no nos hemos molestado en preguntar ¿por qué lo hiciste? ¿qué esperabas conseguir? ¿cómo te sientes haciendo tal cosa?

Es muy fácil caer en los veredictos que sancionan comportamientos a cadena perpetua porque no nos hemos molestado en preguntar
Volviendo al tipo del bar, tratar de convencer al otro de cómo debe vivir su vida me parece un garrafal error. Cada uno tiene su propia personalidad, sus costumbres, su tendencia natural a reaccionar ante las diferentes situaciones, su particular manera de entender y ver la vida. Si preguntáramos a nuestro círculo de amigos más cercano “qué es para ti el amor, o qué es para ti la amistad” seguro que habría tantas respuestas como personas han sido preguntadas. Cada uno de nosotros tenemos nuestros objetivos en la vida, con expectativas diferentes.
Observando a los demás me doy cuenta de las cosas que no quiero volver a repetir. Así que desde aquí una declaración de intenciones a todos mis amigos: no dejéis que os dé lecciones sobre nada, por favor. Aprendamos juntos.
Me identifico totalmente contigo, y sobretodo cuando dices : «Cada vez cuento menos de mi vida porque a menudo lo que recibo a cambio son juicios (y prejuicios), frases hechas y complacientes o, sencillamente, desinterés por algo que efectivamente no me han preguntado. Así que, cosas de la edad, voy desarrollando mi capacidad de escucha y practico de vez en cuando la continencia verbal»
Happy Summer Laura
Muchas gracias Susana. Es algo que no solamente observo a mi alrededor, sino que ha aumentado a raíz de la exposición en las redes sociales. Hay un verdadero interés en etiquetar y juzgar a las personas en lugar conocer, compartir experiencias y debatir sobre diferentes puntos de vista. Es una lástima, pero es lo que tienen las nuevas tecnologías, dan voz desde el anonimato 😉
Feliz (y caluroso) verano, como debe ser.
Un abrazo.
Po zi. No es fácil escuchar, apoyar, comprender y solidarizarte. Es más fácil demostrar la propia superioridad dando soluciones, que probablemente no sirvan porque cada uno es un mundo.
Sirve como detector de amigos centrados: si no pretende tener la solución, que no le has pedido, suele ser porque es sabio, y amigo.
Hala, a seguir aprendiendo, y enseñando.
Hola Juan, parece que todos pecamos de esa incontinencia verbal de tener que decir algo para demostrar ¿qué? Con los años me he dado cuenta del poder del silencio y de la escucha activa ¡te permite conocer a las personas!!! nos pasamos la vida poniendo etiquetas y juzgando sin pararnos a pensar cómo son los que nos rodean.
A seguir aprendiendo, como dices, y conociendo personas que pongan sal a nuestras vidas.
Un abrazo.
PD. Un placer haberte conocido por fin 😉