
Una de las cosas más curiosas de vivir en Cancún -siempre desde mi mirada de antropóloga casera- es observar el comportamiento de los norteamericanos afincados aquí en busca de una vida mejor. Básicamente estadounidenses que huyen del duro sistema de su país y canadienses que escapan a la vez del frío y largo invierno. Son numerosos los gringos que comparten experiencias en un grupo dentro de una de las redes sociales en las que yo me incluyo como expatriada. Se ha convertido en un pasatiempo de lo más entretenido. Leo los comentarios y aportaciones de los expats porque me dan una importante información de primerísima mano para saber cómo viven y cómo se sienten al otro lado de la frontera. Reconozco haber pasado horas enteras leyendo por puro placer.
El primer requisito para participar es escribir en inglés, y si se escribe en español se pide traducción, lo que ya demuestra la poca predisposición a aprender el idioma local. Por supuesto, está abierto a expatriados de todas las nacionalidades, aunque la mayoría proceden de los gigantes del norte de México, unos cuantos ingleses enamorados de la vida caribeña y algún australiano que a saber cómo ha llegado hasta aquí. Sus quejas más habituales son los salarios bajos (para aquellos que aterrizan sin un contrato desde su país de origen), los engorrosos trámites para conseguir su estancia legal (quizás olviden lo complejo que nos resulta a los demás mortales vivir en su país, una simple utopía), la dificultad para encontrar un buen servicio a precio de ganga o lo complicado que resulta hacer amigos (cuando llegas a un lugar nuevo ya pasa, estés donde estés).

Lo más curioso que he leído esta mañana ha sido un post en relación a la cantidad de gente que aterriza en México sin hablar español (por no mencionar los que llevan veinte años aquí y aún cuesta entenderles), y claro, tienen dificultades para encontrar trabajo. Y es que yo misma me sorprendo cuando estoy en una tienda y oigo a un americano hablar (o al menos intentarlo) en español (aquí no se dice castellano). Toda la vida luchando por darme a entender en inglés, y de pronto me doy cuenta que el idioma ya no es una barrera para mí sino para los demás. Cada vez que oigo chapurrear español pienso, «vaya, ahora ya saben como me he sentido yo durante los últimos 40 años«. Una pequeña –aunque insignificante- satisfacción. Pero lo que ya no consigo comprender es como alguien puede quejarse que una entrevista de trabajo durara sólo 20 segundos debido a su pobre español y se atreva a añadir que quizás el inglés de la entrevistadora no fuera suficientemente bueno. Sin acritud, pero bienvenidos al mundo real y multicultural.
No obstante, son casos aislados que me he encontrado, pues la mayoría de los expatriados que he conocido llevan años viviendo en Centroamérica y están más adaptados de lo que sospecho que yo voy a estar nunca.
Hay dos casos que me han sorprendido gratamente. El primero es Janis, una simpática inglesa a quien compré su camioneta usada. Ella y su marido llevan viviendo en el Caribe más de veinte años. Es divertidísimo charlar con Janis, primero porque es la alegría personificada, y segundo porque es fascinante oír su perspectiva de las cosas. Como cuando me cuenta que sus hijos, de los que sólo su tez blanca y su pelo rubio los delata sobre sus orígenes, dicen tener frío cuando la temperatura baja a 20 grados, y entonces Stuart, el padre, interviene diciendo «qué sabréis vosotros lo que es pasar frío«. Cuando van de vacaciones a visitar a la familia de las islas británicas, allá en Europa, se preguntan por qué la gente se mete en el agua para nadar en las playas de Inglaterra aunque sea pleno verano, con el frío que hace, y es que además de las bajas temperaturas prefieren visitar los parques de la ciudad materna, porque en Cancún no hay zonas verdes. Por no hablar de la cara de estupefacción cuando ven las vacas y las ovejas de la campiña inglesa. Habrán visto muchos cocodrilos, tortugas y peces de todo tipo, me cuenta Janis, pero aún se emocionan al ver una vaca. Cuando estoy con ellos me quedo ojiplática observando la escena, ella hablando mexicano con acento inglés, él esforzándose en hablar un más que correcto español y los niños asquerosamente bilingües, pasando del inglés con los padres al gracioso acento local conmigo. Lo más es que para Janis todo es padrísimo y dice que le encanta platicar conmigo. Es adorable.
La segunda sorpresa me la llevo cada vez que voy a mi restaurante italiano favorito de la ciudad, Mr.Lasaña, con «Ñ». Su dueño se llama Marco, y es un italiano que habla con un marcado acento mexicano. Me encanta cuando dice que de postre ha preparado pansitos rellenos de chocolate. A veces me da por preguntarle si de verdad es italiano. Como no podía ser de otra manera, en su restaurante hay una pantalla gigante que ocupa toda la pared con el volumen al máximo, como hacen los locales, sólo que él tiene sintonizada la Rai1. Un día de estos comeré con Rafaela Carrá.
La conclusión a la que llego es que México me está dando la oportunidad de dar un paso más en el estudio del comportamiento humano fuera de nuestro rutina diaria. Está siendo una grata experiencia poder vivir en Cancún para descubrir la otra cara de los expatriados que no tenemos por lengua materna el inglés. El choque de dos culturas diametralmente opuestas. Como dice Mike, las cosas son muy diferentes aquí pero esa es la razón por la que muchos hemos abandonado América, right? Es una buena manera de ver las cosas.
Me siento intermediaria entre estas dos culturas, como una espectadora de un reality show en vivo y en directo. Sólo me faltan las palomitas y acomodarme en el asiento de mi camioneta para disfrutar de la sesión. Viva México 😉
Guai! M’agrada el teu humor!
La vida és un teatre Sara, i m’encanta observar 😉
Petons.
Hola amiga!!!!,
Cuando menos te des cuenta, ya habrá pasado un año y sin darte cuenta, serás tú, quien esté dentro de la película como protagonista!!!! Y serán otros los que te observen desde fuera.
Estoy de acuerdo contigo, que vivir en el Caribe, tiene sus pros y contra, pero a medida que pasa el tiempo, este lugar te atrapa y esos pequeños tropiezos frustrantes del principio, Se convierten en anécdotas y parte de tu vida. Ya no afectan de la misma forma y con una cervecita bien fresquita y un buen ceviche, al lado de la playa, todo parece diferente y compensa!. Te lo digo yo, que llevo 15 años por aquí y solo venía por 6 meses!!!.
Te veo prontito!!!!
VA
Cuánta razón tienes, y cómo se nota que la experiencia es un grado 😉
Como ya sabes tengo espíritu crítico, pero lo bueno es que con la perspectiva que te da el tiempo acabas recordando y valorando sólo lo bueno.
¿Protagonista yo? no sé que me da más miedo, si quedarme mucho tiempo en el mismo sitio o sentirme observada, jajajajajajaja…
Gracias por estar ahí, eres mi pequeño oasis entre tanto caos aquí (aún me parto de risa recordando la escena en «La Parisina» comprando las telas)
Besos.Laura.