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LAURA SARGANTANA

Coach Personal y Profesional, Equipos y Liderazgo

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¿A veces sientes que todo te pasa a ti?

1 agosto, 2019 / by Sargantana / 4 comentarios

https://laurasargantana.com/podcast-player/13563/a-veces-sientes-que-todo-te-pasa-a-ti.mp3

Descargar archivo | Reproducir en una nueva ventana | Duración: 00:12:18

Me comentaba hace unos días mi amiga Susana que le gustan más los posts en los que cuento las cosas que me pasan. Y le digo que últimamente me cuesta escribir sobre mi día a día porque no encuentro palabras para explicar todo lo que me sucede. Hay tantas anécdotas, y algunas tan absurdas, le digo, que nadie se las creería. Por ejemplo, todo esto en sólo una semana.

Vivo en una maravillosa casa que tendrá unos 20 años y, como dicen por aquí, necesita cariñitos. Así que mi marido y yo nos fuimos a la capital para llenar el carro de Ikea de esos detalles que ayudan a crear un ambiente hogareño.

Ir a Santo Domingo es dejarse una pasta, pues tres horas de coche bien merecen pasar el finde y aprovechar para disfrutar de una tarde de buen cine, una cena y copas con amigos, noche de hotel, desayuno con churros en Julieta y después de las compras -en un fin de semana que los capitalinos salen de la ciudad- un homenaje en uno de los muchos y riquísimos restaurantes de la ciudad.

Así de felices regresamos el domingo por la tarde con el maletero lleno de cosas a pesar de encontrarnos de regreso, y en un espacio de 20 kilómetros, dos camiones de octava mano volcados en la autopista con su consecuente caravana, retraso, nervios y alguna que otra pérdida humana. No es broma, es el triste pan de cada día.

Lunes 8am. Llega el mejor plomero de la zona (dicen) para que monte un precioso grifo de cocina de Ikea. Acostumbrado mi marido a las chapuzas dominicanas, vigila cautelosamente cada movimiento. Empieza a desinstalar a golpe de martillo el viejo grifo porque está muy duro y a montar el nuevo, mientras yo empiezo a rezar en una esquina para que no lo estropee antes de estrenarlo.

Mi marido, en un alarde de precaución, empieza a montar el grifo por su cuenta siguiendo cuidadosamente las instrucciones suecas. Sin embargo, el orgulloso plomero lo desplaza casi de un codazo para realizar la tarea, que por algo es el experto. Desmonta lo montado y empieza de cero -instrucciones a un lado- porque su intuición le dice cómo hacerlo.

Percibo un forcejeo de susurros y miradas testorerónicas hasta que mi marido le insinúa que según las instrucciones lo está montando mal. “Piense Usted que los suecos son muy inteligentes y lo piensan todo mucho”. La respuesta del plomero no se hace esperar: “es que nosotros los dominicanos somos unos burros porque comemos mucho arroz, es por eso que no hacemos nada bien” (nótese en el comentario la ironía a la que no estoy acostumbrada). Mi marido y yo nos miramos con los ojos como platos y sonreímos nerviosos. “Bueno, las instrucciones están por algo, aunque Usted es el experto y seguro que ha montado miles de grifos, pero yo diría que la goma va antes”. Respuesta del plomero: “estas instrucciones están mal, estos suecos se han equivocado”.

No miento si digo que todo el proceso de montar un nuevo grifo llevó más de cuatro horas. Acabó con fugas de agua que inundó la cocina. La solución fue pegar todas las juntas con silicona hasta que la cocina entera quedó en un mar de silicona pegajosa. ¿Cómo explicar algo así? Habrá que volver a Ikea y montar un nuevo grifo para que quede, esta vez sí, como nuevo.

Trabajar con dominicanos es una experiencia que todo el mundo debería saborear una vez en la vida. Sacan lo peor y lo mejor de uno. Nadie niega su sentido del humor y el poder de su imaginación para encontrar respuestas donde no las hay. La última fue vía whatsapp de un jefe a un empleado en plena jornada laboral:

-Hola Iván, ¿estás de libre hoy?

-No, Señor, salí arecortarme que estoy peludo.

Lo de hoy ha sido al menos más divertido. Hablaba con Marisol, una simpatiquísima dominicana sobre la necesidad de perder peso y empezar a comer sano. Dice que me invita a ir a su casa de Higüey y que me llevará al mercado “que no es tan ordenado como el de Ustedes”.

Hablando de la materia prima que tienen en Dominicana le digo que me pirra el pescado en salsa de coco pero que no lo sé preparar. Me contesta que es facilísimo, que el único problema es pelar el coco, que necesito a un hombre que sepa manejar el machete. “Aunque yo, cuando no hay ningún hombre en casa, agarro el coco y lo estampo contra la pared. Recojo todos los pedacitos de coco y los meto en la licuadora para hacer mi propia leche casera. Me lo enseñó un haitiano”, me cuenta entre carcajadas.

También Marisol me cuenta que ella es Evangelista, que es por eso que no toma ni baila «¿por qué?» Le pregunto. Porque a los evangelistas no se nos permiten los actos que puedan inducir al pecado. Que digo yo, que más que prohibir se podría educar en el uso y consumo moderado de lo que puede llevarte a la perdición, pero claro, eso me lo guardo para mí.

Marisol es mi masajista favorita y estos días he andado con mucho dolor de espalda. Tras dos días de paliza intensa su diagnóstico es que llevo demasiado estrés encima. Dice que los españoles y los alemanes trabajamos mucho, que queremos enterrarnos en millones y que por eso nos matamos a trabajar. La escucho atentamente dar detalle de los clientes que ha tratado y concluye “luego dicen que los dominicanos somos vagos, pero en verdad es que sabemos cuidar nuestro cuerpo”. Soy su fan número uno, la adoro.

Otra de las cosas que no sé explicar es la causa perdida de la separación de residuos. Ya cuando vivía en Qatar me di cuenta de cómo un pequeño país puede cargarse el esfuerzo de millones de personas en la protección del medioambiente. Pues bien, llevo un año con cuatro cubos para separar los residuos en mi propia casa: cristal, envases, papel y deshechos (además del aceite que separo por mi cuenta).

Lamentablemente, la mujer que limpia en casa y yo no nos entendemos muy bien. Yo hablo y ella no me escucha, así de simple. Además, me pone de los nervios cuando veo cómo no limpia, cómo en lugar de pasar un trapo agarra una toalla usada del baño y aporrea todo lo que se cruza por su camino como si así desapareciera el polvo, por arte de magia. La última vez que hablé con ella fue cuando a golpe de toalla se cargó el televisor. Pero nunca reconocerá su culpa, parece ser que casa recibimos la visita del Espíritu Santo todos los días.

La penúltima vez que me molesté en explicarle algo fue cuando me fui de vacaciones. Le pedí que le dijera al jardinero que no se le olvidara de regar las plantas en mi ausencia, a lo que me respondió toda orgullosa “a ese no le mandes nada que es haitiano, ya te las riego yo”. A mi vuelta, todas muertas.

Y la antepenúltima vez que tuvimos una conversación fue para suplicarle por enésima vez, que no mezclara los residuos que yo pacientemente separo, que para eso tenemos un punto verde de reciclaje. Un año después, regresando felizmente a casa descubro una bolsa de basura con residuos que me resultan de lo más familiar. Esa botella vacía de tequila juraría que era la mía, mezclada con un cartón de leche desnatada “Dos Pinos” y los restos de la cena del día anterior. Manda narices por no decir manda cojones.

Esta semana, además, he descubierto algo que me tenía completamente loca. Una llama y pide cita con su médico ¿verdad? Yo siempre pido la primera cita de la mañana para no tener que esperar. Además,soy de llegar siempre a mi hora pero curiosamente siempre me atienden la última, con la excusa de que hay urgencias que deben ser atendidas primero, delante de mis narices. Con lo que ir al médico me supone perder el día entero.

El otro día fui a mi ginecóloga a primera hora de la mañana. Recordé que la costumbre en este país es pasar primero por caja, así que decidí acudir una hora antes. Pagué por adelantado la visita y subí a la consulta. La doctora llegó una hora tarde porque tuvo que atender “otros pacientes” y además coló a una mujer sin darme ninguna explicación.

Cuando por fin, dos horas después tocó mi turno, nadie se disculpó por el retraso, pero la amable señorita del mostrador me explicó que nadie te llama a tu hora de cita, sino por orden de llegada, es decir, por orden de pago en facturación ¿para qué demonios dan cita, pues? Así que no importa que yo tenga la primera hora, porque si veinte personas llegan antes que yo, serán atendidas por orden de llegada. Hay que joderse.

Ahora entiendo el día que tenía cita a las tres de la tarde para una resonancia magnética y no me atendieron hasta las siete de la tarde. Fui la última, de hecho salí de la resonancia pasadas las ocho y hasta la puerta de salida estaba cerrada y la sala sin luz. Me dijeron, cuando llegué puntualmente a mi cita, que tenían muchas urgencias que atender. Me extrañó, no suelen haber muchas urgencias que requieran una resonancia magnética en una misma tarde. Orden de llegada: si pagas, pasas.

Y así paso los días, tres años después de llegar a esta isla de contrastes. Una no sabe si es que ya se ha acostumbrado o si ya no tiene capacidad para asimilar ciertas cosas. Como que cuatro pavos reales aparezcan en mi jardín todas las tardes para comerse las pocas plantas que me quedan ¿en serio?

Es esa puñetera montaña rusa emocional que te vuelve loca pero que necesitas para sentirte viva, donde nunca hay dos días iguales. Y no me quejo, porque yo aquí no he venido a enseñar nada a nadie, sino a aprender otra manera de vivir la vida. Palabra de Expat.

Publicado en: Expatriados Etiquetado como: españoles en el extranjero, Españoles en República Dominicana, expatriados, experiencias, Vivir en República Dominicana

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Comentarios

  1. Joanet dice

    1 agosto, 2019 a las 15:24

    My preferred lagartija!!!! Cuánto tiempo!!!!.
    (Te leo, que conste, aunque no diga nada)
    Tiene razón Susana, a mi me abduciste con el deshiele de la nevera de Qatar. Ya nunca te abandonaré!!!!
    Ando por Belfast, en el país donde amanece a las 4:30 pero el sol no sale hasta la semana que viene.
    Es casi casa, pero se tarda lo mismo en llegar que a Doha, y no veas el acento. Unido a mi inglés de Vallecas resulta en:
    Me pones un sándwich «clementin», por favor.
    De ese no me queda, pero si quieres te pongo un «clementin».
    Y son encantadores, cuando en estos equívocos pido disculpas por mi mal inglés tienen dos respuestas, a cual más salada:
    -no se preocupe, mi español es todavía peor, y
    -la culpa es mia, que estoy medio sordo.
    Así que eso que ya sabes: eres feliz porque quieres.
    Muchos besos!!!!

    PD: www = what a wonderfull world!!!!!

    Responder
    • Sargantana dice

      1 agosto, 2019 a las 16:28

      Pero bueno, Juanito ¡tú das más vueltas que un molino!!!!
      ¿Sabes que nunca he estado en Irlanda???
      Yo no sé si es que ya estoy curada de espantos o todo lo contrario, a veces pienso que por mucho que cuente las cosas que me pasan nadie me va a creer, jajajajajajaja…
      Menos mal que tú también viviste la aventura de Qatar y puedes dar Fe de todo (parece un chiste malo). Eso sí, el deshiele de la nevera es insuperable, ¡para haberse matado!
      Para acentos el de los indios en Doha ¡qué risa y cuánto lo echo de menos!
      Me alegro que te traten bien en Belfast, así cuando vaya a verte nos tomamos unas buenas cervezas.
      Felices somos porque debemos estar medio locos 😉
      Bunch of kisses xx
      Laura.

      Responder
  2. Joanet dice

    2 agosto, 2019 a las 02:00

    La próxima vuelta del molino es a Ciutat (que será que tu te estás quietecita, no?) snorkel en Cabrera y nadar en Es Carbó. Berenar a Can Joan de S’aigo y i fer res de res amb una bona shisha en es jardí. Aixó de sa shisha es de lo mijor que vaig treure de Qatar.
    No et fa una miqueta d’enveja?
    Y lo de venir a Belfast: estás invitada, flipas con los garitos, por todos lados música en directo, de bastante buena calidad. Y cartas de cerveza infinitas. Así que ya sabes. Eso si, trae chubasquero!

    Responder
    • Sargantana dice

      2 agosto, 2019 a las 20:32

      Ayyy Joanet, i tanta enveja que dones!
      Coincido contigo con lo de la sisha, y añado el hummus, que nunca falta en casa. Nuestra mente es inteligente y borra los malos momentos para quedarse con lo bueno 😉
      Y ya voy salivando con tus planes en Mallorca, hace cuatro años que no paso un verano a Sa Roqueta… pero vamos, que tampoco me voy a quejar. Si eso me quedo con el plan de los garitos, que eso sí me falta y pinta genial tal y como lo describes ¡lo compro!!!!! Queda pendiente esa visita 😀
      Besossssssss
      Laura.

      Responder

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