
Obviamente la mayoría de las frases que muchos de los expatriados no soportamos no son fruto de la maldad. Sin embargo, cuando hablamos entre nosotros nos damos cuenta de que hay un patrón muy similar en el comportamiento de quienes están “al otro lado”. La mayoría de ellos son, además, personas cercanas (o muy cercanas) que no se han tomado la molestia de preguntar por tus emociones, por tus sensaciones o por tu felicidad.
Se trata más bien de la pregunta superficial que sale por la boca por decir algo, o frases hechas que quieren ser graciosas. En otros casos son cuestiones que reflejan la frustración de quien pregunta. Y en muchas otras un espejo de la herencia cultural recibida como pueda ser la imagen de la migración asociada a la pobreza o la connotación mística de “se va para encontrarse a sí mismo”.
1# ¿Y no puedes irte a un sitio menos peligroso?
Mi primer destino fue Qatar, y claro, el miedo de los demás es reconocer que te vas a un país que son incapaces de situar en el mapa pero que les suena que está en Oriente Medio. Cualquiera piensa que cada metro cuadrado es un polvorín. No importa las explicaciones que des, ni que seas la primera en haber estudiado el campo para saber si es un destino seguro. A tu madre siempre la parecerá que el próximo atentado terrorista será justo donde te has ido a vivir.
Peor si te vas a México, donde los secuestros exprés están a la orden del día. Y si no te mata el único descerebrado de entre los 127 millones de habitantes lo hará un terremoto. Todo por darte apoyo moral, será. Y si te vas a República Dominicana cuidado, porque la probabilidad de que te lleve un huracán es casi del 100%.
¿En qué momento alguien piensa que no velo por mi propia seguridad?
2# ¿Y no había un sitio más lejos?
Si te vas al lugar más seguro del planeta, pongamos por caso un país como Nueva Zelanda, fijo que lo primero que vas a oír es si no había un lugar más lejano en el planeta tierra. Aunque parezca mentira sí lo hay, podría ser peor. Pero al final te callas porque ¿quién no ha soñado alguna vez con pisar las islas de las antípodas?
Además, vivir en la tierra de la gran nube blanca es vivir en el futuro. Es amanecer antes que nadie. Es empezar el día cuando en el otro lado del planeta aún están en el día anterior. Parecerá ridículo, pero es vivir con una sensación de llegar pronto a todos lados.
3# ¿Cuándo vas a sentar la cabeza?
¿Qué es sentar la cabeza? Bueno, esta es de nota. Porque suele venir acompañada de “y formas una familia de una vez”, como si vivieras como un vagabundo sin un techo donde cobijarte. Olvidan que mi marido es mi familia, y es con él con quien me acuesto cada noche y me levanto todas las mañanas. Y quizás yo ya haya sentado la cabeza mucho antes que quien me lo pregunta, porque éste es mi estilo de vida.
Así que senté la cabeza el día que dejé un trabajo que aborrecía, una rutina que me ahogaba y el día emprendí el sueño de mi vida, recorrer mundo. Para mí sentar la cabeza ha sido encontrar esta forma de vida que me da felicidad. Y no entiendo por qué a la gente se le ocurre preguntarme si soy feliz. Sí, lo soy, muchísimo.
4# ¿Y cuál va a ser el próximo destino?
Bien, resulta que las cosas no van así. No se trata de levantarte un día y, café en mano, desplegar el mapamundi para decidir la próxima estación. En realidad, hay que seguir trabajando para conservar esta forma de vida. Es decir, para poder pagar un alquiler, comer y vestirse. Así que no voy a decir que los destinos nos elijan a nosotros, sino que a veces no puedes elegir.
Por un lado, para que salgan oportunidades hay que moverse, hay que salir a buscar opciones reales de trabajo. Por otro, tiene que haber unos mínimos que cada uno establece: sea educación, seguridad, valores o sanidad. También el idioma cuenta, uno no puede plantarse en París sin hablar francés. Así que no, una cosa es preguntar en qué país me gustaría vivir y, otra muy bien diferente, dónde será mi próxima mudanza.
5# ¿De qué huyes?
Sin duda un clásico. A veces te apetece contestar “de gente como tú, cenizo”. Pero obviamente eso te lo tragas y sigues sonriendo. Hay quienes sostienen que la felicidad no depende del lugar físico, mientras que otros piensan que el lugar importa. Ni una cosa ni la otra, seguro que entran más variables.
En mi caso, mi entorno y mi estado anímico no me motivaban para realizarme. O puede que no me sintiera cómoda en mi apacible pero rutinaria zona de confort de siempre que me impulsaran a abrir mi mente y mis ojos.
Cada uno es un mundo, y si mi pasión desde pequeñita había sido siempre viajar, es natural que haya encontrado la felicidad absorbiendo las diferentes culturas de un continente a otro. Hay quienes huyen emocionalmente de sus trabajos, de sus parejas o huyen de amistades sin salir de su casa. Así que ¿de qué estamos hablando?
6# Vives en unas eternas vacaciones
Mmmm… sin duda, me dedico sólo a viajar. Verás, me hacen las maletas, me dejan la Visa preparada en la mesilla de noche. Me ingresan un sueldo cada mes en mi cuenta corriente sin tener que ir a trabajar y me dan las llaves de mi nueva casa y mi flamante coche nada más aterrizar. Me lo dan todo hecho, faltaría más. Que si línea de Internet, que si la compra, la comida en la mesa y la colada hecha. Me pagan todos mis gastos y me planchan la ropa. No tengo que preocuparme de nada, salvo elegir la playa de turno y si quiero una piña colada con o sin ron. Bueno, y cuando quiero seguir de vacaciones pero en otro lugar, pues nada, yo llamo, doy las fechas y me mandan los billetes. Si hubiera sabido antes que fuera de España se vivía así me hubiera ido antes.
7# ¡Qué envidia!
¿Y tú por qué no lo haces? Ah sí, ya recuerdo, que si la casa, que si los niños, que si la abuela fuma. Claro, verás, es que nosotros los expatriados cuando nos vamos no tenemos familia de la que despedirnos, ni amigos a quienes echar de menos, ni recuerdos, ni hipotecas. Nosotros somos etéreos y nos trasladamos de un lugar a otro moviendo la nariz como el personaje de “Embrujada”.
Puede que la frase “salir de la zona de confort” esté ya muy manida, pero es que tomar decisiones que cambian tu vida no es tan fácil. Por no hablar de lo que cuesta abrir una cuenta en el banco, o conseguir que te pongan Internet en casa, sacarte el visado o encontrar una farmacia donde comprar aspirinas.
Una no se levanta una mañana y deja su trabajo, su vida, sus amigos de siempre y se sube a un avión. Las decisiones tienen consecuencias, y las buenas decisiones tienen consecuencias maravillosas. Pero eso sí, el resultado sólo lo sabes después, nunca antes.
8# No tienes derecho a quejarte
Tú te fuiste porque quisiste, así que no tienes derecho a quejarte de nada. Que llegan las Navidades y toda tu familia te bombardea con fotos de la cena de Nochebuena, no tienes derecho a quejarte. Que es tu cumpleaños y estás más sola en casa porque aún no conoces a nadie, no tienes derecho a quejarte. Que te pones mala y tienes que ir de urgencias al hospital, no te quejes si no recibes visitas. Que a tu sobrino se le ha caído el primer diente, tú te lo pierdes. Que tus amigas están de cena “sólo chicas” y se lo pasan genial, no haberte ido.
No sólo no tienes derecho a quejarte sino que yo ni me atrevo con tal de no escuchar “te lo dije”. Ah, y no te quejes si llueve una semana seguida o te visita un huracán porque el resto del año vives en un paradisíaco eterno verano.
9# ¿Cuándo vas a volver?
¿Volver a qué? Para regresar debería primero probar todo aquello por lo que me fui. Y no sólo eso, volver significa que todo lo que dejaste es posible que ya no esté. Una no puede volver y esperar a encontrarlo todo tal y como lo dejó. No puede volver para vivir en casa de sus padres cuando ya pinta canas. Una no puede volver sin un trabajo que le de para vivir (y si es posible igual o mejor que antes). Una no puede volver sin un plan de supervivencia. Una no puede volver y esperar que sus amigos sigan en mi misma onda. Una no puede volver y esperar tomarse el café en el bar de siempre.
Volver depende de las condiciones. De la posibilidad de tener una jubilación digna porque dejaste de cotizar. De tener un lugar donde vivir, un sueldo a final de mes o unos amigos con los que quedar. Pero lo más importante, volver para reencontrarte a ti mismo en un lugar en el que puede que ya no te reconozcas.
10# ¿Ya has hecho amigos?
Sí, pero nada más hacerlos se han ido. La dura realidad es que dejas a tus amigos de siempre y no te queda otra que socializarte en tu nuevo destino. Y no es casualidad que las personas con las que congenias no son tan diferentes a ti. Son nómadas que han elegido esta forma de vida, por lo que no puede sorprenderte que para cuando hayas conseguido hacer una amiga de verdad mañana llegue y te diga que se va. Y no puedes quejarte porque la próxima vez serás tú la que se despida de alguien que te cogió cariño.
Así que sí, una va haciendo amigos, pero son esos amigos puente que están en un momento de tu vida. Amigos con los que te unirá para siempre una experiencia de vida, pero de los que tarde o temprano te tendrás que despedir y vuelta a empezar.
11# ¿No te has cansado de viajar?
No, hay casi 200 países en el planeta y apenas he visitado 50. Así que me queda mucho mundo por recorrer. Me canso de trabajar. Me canso de la misma rutina todos los días. Me canso de ver la telebasura. Me canso de ir al bar de siempre. Me canso de oír siempre las mismas conversaciones. Me cansa comer siempre lo mismo.
En cambio no me cansaré nunca de descubrir nuevos sabores y olores. De oír nuevas lenguas o visitar coloridos mercados locales llenos de variedades nunca vistas. No me cansaré nunca de degustar mezclas insólitas, de visitar templos y museos o ver atardeceres diferentes en cada lugar.
12# Has cambiado, no eres la de antes
Afortunadamente. Qué desperdicio de vida si tanto esfuerzo (y sacrificio) no me hubieran cambiado. No hay para mí mayor cumplido que me digan que disfrutan con mi crecimiento personal, que mi felicidad es la suya. Una, cuando sale, lo hace con sus propios retos y con sus propias expectativas. Una no deja todo y se lía la manta a la cabeza por el simple capricho de viajar.
Detrás de cada decisión y de cada movimiento hay una meta. Hay ganas de conocerme a mí misma. Es el reto de descubrir mis propios límites y mi capacidad de adaptación. Si quisiera ser la misma persona de antes no hubiera hecho ningún cambio en mi vida.
Y no sólo salir de mi ordenada vida me ha permitido conocerme y quererme más, sino que me ha mostrado quienes son las personas que han crecido a mi lado. Quienes han aprendido conmigo en esta aventura. Quienes han compartido sus inquietudes desde el otro lado. Quienes han sido lo suficientemente generosos como para animarme detrás de la barrera celebrando mis pequeños triunfos como si fueran suyos.
Así que este post es para ellos, no hace falta nombrarles. Están leyendo estas líneas y sonríen sabiendo que mi felicidad es también la suya 😉 G R A C I A S
Como siempre. me encanta.
Una alegría cada vez que recibimos correo de nueva entrada al blog.
Gracias Jordi, no sabes la alegría leer tu comentario hoy que me encuentro de vacaciones tan lejos de “casa” ☺️☺️☺️
Un abrazo,
Laura.