
Estamos en plena operación retorno la mayoría de los españoles repartidos por el mundo que regresamos de pasar las fiestas en casa. Está circulando el reincidente y viejo artículo «15 cosas que te pasan cuando eres expatriado y vuelves de visita» donde se resumen las cosas que se supone que hacemos todos aquellos que vivimos en el extranjero cuando -como el anuncio del turrón- volvemos a casa por Navidad.
Y me sorprende ver los topicazos que se siguen generando. Justo cuando esta mañana he tenido dos conversaciones con dos españolas que, como yo, confiesan que eso de volver a casa es sumamente estresante y no especialmente tan maravilloso como nos muestran los vídeos virales o los anuncios lacrimógenos con melodías no menos peliculeras.
Parece ser que en la intimidad no nos preocupa tanto ser políticamente incorrectos, así que omitiré sus nombres reales para no desvelar secretos y hablaré en primera persona a riesgo de que mi propia familia y amigos me expulsen definitivamente de sus vidas.

10 (falsos) tópicos sobre los españoles que viven en el extranjero
1_ Siguiendo el esquema del artículo, se supone que lo primero que haces cuando entras en un bar es la foto de la caña que te acaban de servir con un pincho de tortilla. Perdiéndome como me pierde la comida, yo también lo hago, aunque no lo asocio tanto al tiempo que llevo sin probarlas ambas, sino por lo que representan. La globalización ha traído consigo la posibilidad de que siempre tenga una San Miguel o una Mahou en la nevera, un sobre de Joselito envasado al vacío y jamás falta un restaurante español que te haga una tortilla como Dios manda en cualquier lugar del mundo.
Y lo sabe bien mi amiga Marta quien descubrió un delicioso restaurante español en Auckland, allá en las antípodas. O la croquetera de la jet set, mi querida amiga Cheska, una española afincada en Santo Domingo que tanto te hace las mejores croquetas del mundo como unas albóndigas que me trasladan a mi infancia con ese sabor casero que compite con mi propia madre en los fogones (La Cocina de Cheska).
Lo que realmente hace que se me salten las lágrimas pues, es el aroma de bar. Lo único que no se ha exportado a ningún lugar del mundo, y eso que he recorrido parte de él. Los bares españoles y sus barras son únicos. Y eso es precisamente algo que no capta ninguna fotografía, le pongas el filtro que le pongas.

No es el pincho de tortilla, es el aroma de barra de bar lo que se echa de menos
2_ Tienes diez citas al día. Cierto. Y eso no es tan amigable como parece. Me muero por ver a mi madre, a mis sobrinos, a mis amigos del alma. Pero cuando sólo tienes una semana de vacaciones los días se convierten en jornadas maratonianas que no tienen nada de gratificante cuando vas por el segundo día y te has cansado de contar las mismas cosas una y otra vez.
O cuando después de desayunar con uno te tomas el aperitivo con otro, comes con tu familia, te tomas el café con tu amiga y se te junta con el after-work de los que salen de trabajar y empalmas con la cena del grupo del gimnasio.
Para entonces estás tan extenuada que en lo único que piensas es en no volver a comer en diez días. Y en cuándo va a terminar la velada para meterte en la cama y dormir hasta que llegue el momento de regresar. Porque aún llevas el jet-lag a cuestas y sientes como si hubieras competido en tu primer Iron-Man. Será la edad, pero yo ya no estoy para estos trotes.
Los más veteranos, como me decía Ana esta misma mañana, me cuentan que la clave es no avisar a nadie de que llegas a España. Así tienes vía libre para adecuar tu agenda a tu estado de ánimo o fuerza física sin tener la responsabilidad de cumplir con todos. Claro está, abstenerse de colgar fotos de la barra del bar del primer día en las redes sociales.
La clave es no avisar a nadie de que llegas a España
3_ Engordas dos kilos al día. Nada que objetar. Si alguien conoce a alguien que a su vez conozca a alguien que una vez le pasó que fue a España y no engordó, que se presente, porque no me lo creo. Todos tenemos una madre que se cree que fuera de casa nos morimos de hambre y nos ceban por si volvemos a estar un año en ayunas. A ojos de nuestras madres siempre estaremos demasiado delgados.
4_ Te tomas una caña en una terraza aunque haga -3 grados o 40 grados a la sombra. Igual es una costumbre peninsular, pero en Mallorca si corre un poco el aire nos metemos dentro para no coger frío. Una extraña costumbre mallorquina. Ni que decir tiene que viviendo en el Caribe lo de la terraza no se echa en falta, todo lo contrario, viva la Presidente vestidita de novia bajo las palmeras.
La última vez que estuve en una terraza tomándome un gin&tonic (pues para mí las cañas son más de barra) recuerdo que me incomodaba el ruido de la calle, el tráfico a dos metros de mi silla y el humo de los coches. Barras de bar sí, terrazas no, gracias.
5_ Si vives en Reino Unido o EE.UU todo el mundo te pregunta “tú el inglés ya lo dominas: ¿no?”. Quizás lo más curioso que me ha pasado haya sido tener que explicar que en Nueva Zelanda “no hablan precisamente inglés, inglés” y que en un país árabe como Qatar me tuviera que comuicar en inglés. El mundo al revés.

6_ Si vives en Latinoamérica lo que te dicen es: “Huy, pero eso es muy peligroso, ¿no?” Afirmativo, sólo he vivido seis meses en México, y sí, a nadie se le olvida generalizar sobre lo peligrosos que son algunos lugares. En cambio, viviendo en Dominicana, que se me antoja bastante más peligroso simplemente por el hecho de conducir, sólo te dirán que debes de estar muy morena porque presuponen que te pasas todo el día en la playa. Las estadísticas están por algo, pero no es necesario ser tan alarmistas. Como en cualquier lugar del mundo, sentido común.
7_ Te peleas con tu familia, aunque la última vez prometiste que no volvería a pasar. Sin duda, va en mi ADN. Y en el de mi familia, y en todas las familias de las fuentes consultadas también.
Las peleas familiares son un tópico que sin duda se cumple
8_ Que las azafatas de Iberia sean bordes te parece hasta entrañable. ¿Iberia? ¿de verdad todavía existe? No recuerdo la última vez que volé con esa compañía a la que Usted se refiere. ¿Quién puede permitírselo?
9_ Duermes más y mejor porque hay persianas. Mentira, ¿quién de verdad duerme más y mejor? El jet-lag no da tregua pasados los 40, la almohada ya no es a la que estás acostumbrada. Ya no es tu casa aunque tu madre te prepare con todo su amor la misma cama en la que dormías cuando tenías siete años y te salgan los pies por debajo de las sábanas.
Llevo un tiempo largo durmiendo en plena naturaleza, por lo que no soporto oír a la vecina del segundo, ni los camiones de la basura a media noche. Echo de menos los pajaritos y el sonido de las hojas mecidas por la brisa de la mañana.
Y por si fuera poco, no puedo relajarme sabiendo que mi madre se pasa la noche en vela por si necesito algo. Se desvive tanto por mí y quiere hacerme tan feliz que me da la impresión de que duerme de pie en el pasillo por si cree que puedo necesitar un vaso de agua a las tres de la mañana. Me independicé hace más de veinte años y sigue pensando que tomo Cola-Cao para desayunar. Claro que, eso debe ser puro amor de madre, de qué me voy a quejar y qué sabré yo de eso.
Eso sí, lo de las persianas menudo invento. Es una de las primeras cosas que eché en falta cuando salí de Mallorca. Hay cosas que no entienden de globalización.
10_ Te das cuenta de que has gastado tus vacaciones en estar con tus amigos de siempre, en los bares de siempre y te parece perfecto. En total desacuerdo aunque suene muy mal. Me encanta viajar y el precio de vivir en el extranjero exige que una parte de tus vacaciones las gastas en visitar a la familia, con lo que mis viajes se reducen a la mitad.
Es algo hablado con muchos expatriados que confiesan sentir una carga emocional. Es un tema que siempre es una fuente de conflictos y se multiplica por dos si estás casada porque entonces ya no es una la familia a visitar sino dos. Y ya no hablemos cuando uno de los cónyuges vive en una ciudad diferente a la tuya. Es algo que rara vez se confiesa en público, en cambio -en privado- es una queja generalizada.
El regreso a casa nunca es tan idílico como parece
Llevo un año y medio sin ir a casa y en breve será el turno de mis vacaciones en Mallorca. Y no es que no me haga ilusión, todo lo contrario, pero no es tan idílico como parece. Esta mañana lo hablaba con Ana, quien me confesaba que de repente llegó al Madrid prenavideño y sintió el agobio de tanta gente en las calles, tanta locura consumista, la polución y los espacios cerrados. Y lo que más le entristecía, las reuniones con sus amigas de siempre en los bares de siempre. No acababa de disfrutar porque los temas de conversación ya no le atraían, lo de siempre ya no les unía. Me contaba sentirse hasta culpable porque esa amistad verdadera la sentía lejos, como que se había perdido la magia.
Del mismo modo me lo confesaba María, quien dice sentirse incomprendida por sus amigas, pues la tratan como el bicho raro que no sienta la cabeza. Es la que se pierde la vida por tantas aventuras como si sólo ellas estuvieran en posesión de la felicidad con sus retoños en el regazo.
Es cierto que a todos nos hace ilusión ver a nuestros amigos y nos emocionamos ante los lugares donde hemos vivido tantas penas y alegrías. Pero es como si ese momento durara sólo un instante. Y todo porque cada uno está en su realidad y, por suerte o por desgracia, esa realidad hoy es completamente diferente. El tiempo que forjó la amistad parece de pronto haberse congelado en el tiempo, lo cual no quiere decir que se haya perdido. En cambio otras amistades se vuelven más intensas y fuertes convirtiéndose en un regalo inesperado, porque la distancia pone a cada uno en su lugar.
Lo que realmente te apetece decir es que lo que te haría mucha ilusión es que vinieran a visitarte a ti

Por otro lado, siempre tienes que escuchar las mismas frases del tipo “a ver si no tardas tanto la próxima vez en volver” o “llama más a menudo”, como si los demás no tuvieran teléfono o cuando lo que realmente te apetece decir es que lo que te haría mucha ilusión es que vinieran a visitarte a ti. Afortunadamente, mis dos mejores amigas han venido a verme este verano. Y me siento feliz porque han visto dónde y cómo vivo. Cuando hablo con ellas me entienden porque pueden visualizarme, porque ya no les resulta todo tan ajeno. Porque hemos compartido un pedacito de mi realidad y esto, sinceramente, para mí no tiene precio. No muero por ir a los sitios de siempre, prefiero enseñar y compartir con mi gente los sitios de mi presente.
No muero por ir a los sitios de siempre, prefiero enseñar y compartir con mi gente los sitios de mi presente
No me cabe ninguna duda de que cada uno de los que vivimos fuera tenemos nuestras propias percepciones. Puede que la realidad de allá fuera sea la misma para todos. Pero yo la vivo desde mi perspectiva, desde mis valores, desde mis emociones y desde mis propias expectativas. Y es lo justo, porque no hay dos vidas iguales.
O puede que todo dependa de la actitud de cada uno. De las motivaciones que tengamos en nuestra vida. Del lugar en el que estés residiendo de manera temporal o ya definitiva. De si estás solo o acompañado. Del acceso que tengas a un buen ibérico. De las circunstancias laborales y/o familiares.
No me marché para echar de menos lo de siempre, sino para descubrir todo lo que aún me quedaba por conocer. Y eso es, precisamente, lo que hoy más ilusión me apetece compartir. Palabra de Expat.
Muchas gracias por la gran acogida del post de hoy, desmontando los tópicos de los españoles que vivimos en el extranjero. Muchos me habéis escrito en privado, así que os invito a compartir en público.
Lamento que los comentarios estuvieran desactivados (lo mío es escribir, no la informática).
Deciros que ya están habilitados los comentarios para los que os habéis quedado con ganas de compartir vuestra experiencia Flora Biddulph 😉
Creo que estoy de acuerdo con todos y cada uno de los topicazos. Solo añadir un par de tópicos de madre aventurera;
Tópico 1 – comentario favorito en las reuniones familiares: «pero ahora que tenéis a la niña, sentaréis la cabeza no?, como si fuese cierto eso de que los niños vienen a este mundo con el pan ( y/o la MasterCard) debajo del brazo…; se admiten donaciones, si alguien quiere patrocinar la educación de mi hija, no tengo ningún problema! Ahí lo dejo ;-p
Tópico 2 – He perdido la cuenta de la de veces que he escuchado eso de … «pero tu niña no va a tener amigos en el cole de los de toda la vida!» Como si eso de estar toda la vida en el mismo colegio, con el mismo grupito de 36 en una clase, de los cuales por cierto, solo tienes relación con 2 ( o si eso 3), te garantizase una infancia llena de bonitos recuerdos y sin problemas y/o traumas infantiles… no señora no, la nina gracias a su situación educativa, ha crecido con compañeros de escuela de 44 nacionalidades diferentes. Algo aprenderá de ellos digo pues… viva la multiculturalidad! !! Y las relaciones sociales son muy importantes!!! especialmente en un país en donde el método de búsqueda de empleo mas habitual es el enchufismo. 😉
Jejejejejejeje Flora, a los que fuimos al mismo colegio toda la infancia y parte de la adolescencia, a los que tuvimos a los mismos amigos año tras año, a los que seguimos la vida estable y rutinaria de nuestros padres… ¿sabes que nos pasó? Que quisimos recorrer mundo y aún no hemos terminado, jajajaja!!!!
Así que bien por Goya, bien por ti y bien por la mente abierta, porque seguro que ni tú ni tu hija os quedaréis con el gusanillo del «y si…».
Gracias por estar siempre ahí, amiga xx